HISTORIAS DEL PARNASO

Después de vagar
Por jardines del Párnaso
Entre ninfas y faunos
Lo encontré
Al lado del estanque
El sauce soñado
Y allí estaba
Esperando
Y yo fui hacia él
Me arropó en sus brazos
Me quitó los velos
Mostrando
Mi desnudez
Su verga en alza
Pedía a su vez
Eres mía
Y yo me dejé hacer…

BREVE ENCUENTRO

Dos personas coinciden en una sala de espera. Él, un hombre ya mayor, que cree estar de vuelta de casi todo, se fija en el defecto físico de ella. Ella ya no es una jovencita. Poco romántica, quizás a la fuerza por una espalda deformada que cree haber dejado atrás. Y ambos elucubran. Las consecuencias de este breve encuentro desencadenarán una también breve, pero inesperada relación, con un final mucho más romántico de lo que parece.

46DD84E2-33AF-480B-AFCD-3644B5AC17A3AQUI EN PDF.- breve encuentro-comprimido

BREVE ENCUENTRO EP II

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Versión cómic.- breve encuentro II

 

La decepctión oscureció el rostro de Jonás.


qué pena. Si hubiera estado unos minutos más… me van sus piernas, algo gorditas y proporcionadas. Y su culo… una 44 sin duda. Si no tuviera la espalda así, arrasaría. ¿Qué hago? ¿La espero y la invito a un café. Quien sabe?


Pero qué tontería joder, ni que fuera la oportunidad de mi vida… un vejestorio preocupado por si la viagra le da dolor de cabeza, como mi último ligue hace ya… uff, dos años? Se acabó.

Me largo. Ay, que sale.

Jana terminó rápido. Salió sin decir adiós. Estaba tan avergonzada…

Entonces el lo vio: se había dejado el móvil en la mesita de al lado.

Jonás salió raudo en su busca. Cuando pisó la calle ella estaba al otro lado. Cruzó siguiéndola. La llamó.

— perdone, se dejó el móvil.

— ah… gracias.

— me permite invitarla a un café. Aquí al lado hacen un magnífico capuccino.

Fue sin casi proponérselo. Total, unos minutos de conversación serían suficientes para saber si valía la pena. Ella contestó inmediatamente.

— a estas horas mejor una caña! No?

Caminaron en silencio un par de manzanas hasta una terraza. Esperaron la llegada de las consumiciones sin pronunciar palabra, atentos a sus móviles, como si no lo creyeran. Dieron el primer sorbo.

— mmm… qué buena — exclamó ella.

— no hemos sido presentados, así que… me llamo Jonás.

— y yo Jana.

Jonás no pudo evitar un gesto de asombro.

— ¿qué le ocurre, nunca ha oído ese nombre?

— no es eso… es que el personaje de un relato corto que estoy escribiendo se llama como Vd.

— es Vd. escritor?

— nooo, solo un juntaletras aficionado. Soy arquitecto, pero ahora estoy jubilado. ¿Y Vd… a qué se dedica?

— también estoy jubilada ja ja ja. No; heredé no hace mucho lo suficiente para vivir de renta. Dejé el trabajo y me vine buscando el mar.

— vd no es de aquí, verdad?

— no. Soy del norte. Me compré una casa en la playa. ¿Estás casado? Ay, perdone. Por tutearle y porque soy una curiosa. Y eso que me gusta tratar a la gente de Vd.


Jolín Jana, qué atrevida te has vuelto. Igual me envía a la mierda.

—no, no estoy casado— dijo sonriendo— Divorciado y sin compromiso desde hace casi 20 años. Ya ni me acuerdo como era aquello. Sigamos con el Vd. si se encuentra más cómoda. Además, me recuerda a Orgullo y Prejuicio.


Qué buen gusto. Me encanta este tío…

— Ok, sigamos con el Vd. Así que no se ha vuelto a casar. ¿Le gusta el personaje de Darcy? Algo misógino, o… bueno. Parece que la Austen da entender… un poco equívoco, no?

— no, por favor ja ja ja. Lo del LGTBI lo llevo muy mal. Soy homófobo hasta la médula. Me encantan las mujeres.


Menos mal. Empezaba a preocuparme. Pero… qué desinhibida me estoy volviendo?

— bueno, que un hombre como Vd. permanezca célibe tanto tiempo… debe reconocer que… Oiga, puedo hacerle una pregunta indiscreta?

— hágala, pero si le contesto me deberá una.

— una qué?

— cualquier cosa servirá. Qué dice?

 

continuará…

BREVE ENCUENTRO I

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EL CÓMIC —> breve encuentro I

Dos personas coinciden en una sala de espera. Él, un hombre ya mayor, que cree estar de vuelta de casi todo, se fija en el defecto físico de ella. Ella ya no es una jovencita. Poco romántica, quizás a la fuerza por una espalda deformada que cree haber dejado atrás. Y ambos elucubran. Las consecuencias de este breve encuentro desencadenarán una también breve, pero inesperada relación, con un final mucho más romántico de lo que parece.


Sala de espera de la notaría. Jonás tiene cita a las 12 y media. Ha llegado con tiempo. Por enésima vez piensa en su último borrador, que le tiene algo obsesionado.

En ello estaba cuando Jana se sentó a su lado. Al sentarse la raja de su vestido mostró más pierna de lo estrictamente razonable.

Jonás es un jubilata de 63 años. Abandonó anticipadamente su puesto de alto funcionario harto de politiqueo y de no encontrar satisfacción alguna en su trabajo. Su única ilusión es escribir, su verdadera pasión. Publica sus relatos en diferentes páginas en internet, y se estaba planteando seriamente hacerlo en serio. Su último borrador empezó muy bien pero como solía ocurrir perdía fuelle cuando se aproximaba el desenlace.

Jana acababa de cumplir 39 años. Hacia tres meses que le habían diagnosticado una grave enfermedad degenerativa. El mejor pronostico era que empezaría a afectarle en un año si se medicaba. El peor, en cualquier momento si dejaba de hacerlo. Soltera y sin compromiso, Jana padecía desde su niñez un defecto físico que la tuvo acomplejada hasta más allá de su adolescencia. Poco a poco fue desembarazándose de esa lacra y había aprendido a quererse a sí misma a medida que dejaba de importarle la gente.

Aun así, su espalda deforme estaba siempre presente y sabía que era objeto de compasión. “Tan guapa y mírala, pobre…” Eso pensaba que decía la gente al verla. Y no le faltaba razón. Acababa de heredar una impresionante cantidad de dinero, y dada su situación decidió dejar la ciudad, donde nada la ataba, y se fue a la costa, donde compró una casa frente al mar en una playa todavía a salvo de la masacre inmobiliaria a esperar su hora. No tenía intención alguna de prolongar su vida más allá de lo razonable.

Las mujeres encontraban atractivo a Jonás. Alto y enjuto, su sonrisa levantaba pasiones. Le gustaban las hembras, claro, pero para él eran solo un objeto intelectual, en consonancia con su idea del sexo. Felizmente divorciado desde hacía muchos años, tuvo la suerte de que su ex era tan inteligente y con tanto sentido común como él, así que su separación fue irreprochable. Y al no tener hijos las cosas fueron muy fáciles. Quedaban de vez en cuando, y esos encuentros eran gratos para ambos.

Su primer y único novio lo tuvo a los 20. Todavía arrastraba mucho del “qué dirán, o pobrecita” por su espalda deforme. Quizás por eso no fue demasiado exigente. La había desvirgado al segundo día de conocerse. Fue su primera decepción. Las siguientes ocasiones en que practicó el coito le confirmaron de que esa clase de sexo no iba con ella. Unas imágenes en un cuento cuando tenía 10 años le turbaron de tal forma que desde entonces supo que era muy rara. Eso, y la verdad objetiva de que su espalda constituía un handicap como atractivo sexual, la hizo renunciar a buscar relaciones.


me gusta esta chica. ¿Estará casada, divorciada… tendrá mucha vida interior como decía mi amigo El Fiera? me gusta su piel y su tipo redondito y de carnes generosas y acogedoras, como la Jana de mi relato. Y es guapa a rabiar. Tendrá seguramente barriguita. Y da igual la joroba, casi mejor. Sin duda, es mi Jana.


Me está mirando. Estoy segura. Me recuerda a Sean Connery. ¿Se habrá dado cuenta de mi chepa? Seguro. ¿Le importará? Joder, por supuesto. ¿Qué hago yo elucubrando con este tío? Con lo bueno que está se puede ligar a cualquiera. Y yo, la figa de mí, enseñando muslo. Ay Jana… qué tonta eres..


Se ha dado cuenta de que le he mirado el muslo. Y no se la tapado. Bueno, es igual. Total, no me la voy a llevar al catre. Hacer un poquito de teatro para ponerme en forma no estaría mal. Colgadita de la barra con su cuerpo retorcido, mmm. Puñetas, voy a concentrarme en el maldito borrador en lugar de pensar tonterías de adolescente


Se ha sonreído. ¿Será por mí? Ojalá. ¿En qué estará pensando? Probablemente en alguien muy lejos de aquí. Me recuerda cuando tenía 14 años… aquel señor mayor sentado a mi lado en la sala de espera del médico. Me miraba sin parar. Mi madre ni se enteraba. Yo acojonada. ¿Qué elucubraría el rijoso aquel? Y aquella noche soñé con él. Yo corriendo por el bosque y él persiguiéndome. Hasta que me cazó, me desnudó y me ató a un árbol. Cogió una rama muy recta y me pinchaba en mi ombligo, una y otra vez, cada vez más fuerte. Uff, me desperté sudando y jadeando. Vaya orgasmo tuve ¿y si quisiera hacerme eso? Ay… Qué tonterías piensas Jana.


¿Tendrá el pubis con vello como mi Jana? Lo más probable es que siga la mierda de moda de depilarse. Y las axilas por supuesto. ¿Porqué no seré un descarado y le pregunto? Sería divertido: ¿oiga señora, Vd. se depila la chichi?

Salió por la puerta la administrativa: Sr. Rius?

— Vaya, me toca. Hasta luego.

Jonás esta vez tuvo tiempo de verla. Y sí, redondita como la Jana del relato. Su sonrisa devuelta… le pareció algo más que protocolaria?


Vaya… se va. Qué pena. Qué sonrisa tiene el tío. Mortal de necesidad. Adiós Connery.

Cuando terminó el trámite, Jonás salió a la sala de espera. Allí estaba ella esperando su turno. No se lo pensó dos veces y volvió a sentarse a su lado dedicándole otra sonrisa, a la que ella de nuevo contestó. Para disimular volvió a sacar el smartphone, pensando qué haría cuando le tocara el turno a ella y desapareciera definitivamente. Francamente, no tenía ni idea.


Connery a vuelto. Qué alegría. Voy a provocarlo un poco.

Y obligó a la falda a mostrar más carne.


Ay Jana ¿qué esperas con esta exhibición? Ay Jana… te estás oxidando. Ni te acuerdas como se liga.


Je je je, lo ha hecho a propósito. Me encanta esta mujer. Qué ingenuidad.

Se giró hacia ella y volvió a sonreír. Ella se puso roja como un tomate.


joder, me ha pillado… mierda. Y ahora qué?

Se tapó inmediatamente pero el daño estaba hecho. Se puso seria echando vista al teléfono, disimulando. La estaría mirando todavía? Estaría casado? La gustaría hacerle esas cosas que le gustaban a ella, que ningún hombre le había hecho, y que en tantas ocasiones le quitaban el sueño?


Bah, qué tonterías estoy pensando. Vaya, mi turno. Menos mal.

Dos personas coinciden en una sala de espera. Él, un hombre ya mayor, que cree estar de vuelta de casi todo, se fija en el defecto físico de ella. Ella ya no es una jovencita. Poco romántica, quizás a la fuerza por una espalda deformada que cree haber dejado atrás. Y ambos elucubran. Las consecuencias de este breve encuentro desencadenarán una también breve, pero inesperada relación, con un final mucho más romántico de lo que parece.

SEÑALES DE TRAICION

Antes que sigas
Recuerdas el trato
Porque insistes
En la misma pregunta
Todo el rato
Porque me extraña
Que sigas adelante
Conociendo a mi hermano
Tú no sabes
Lo que he pasado
Si voy a hacer esto
Asumiré mis actos
Y su reacción
Ya la conozco
Pues muchas veces
Me ha castigado
Entonces dices
Que más veces
Lo has engañado?
Qué iluso eres
Acaso crees
Que eres el primero
Con quien he follado?
Mira mi espalda
Mis pechos…mi vientre
Fíjate bien
Pues el tiempo ha pasado
Mil cicatrices
Testigos
De las mil veces
Que le he traicionado

EL VECINO

Hola vecina
Tiene Vd. sal?
Ay vecino
Me pilla Vd. mal
Qué le pasa
Vecina del alma?
Que no llevo bragas
Y me sabe fatal
Alguna razón
Para tal indisposición
Si que la hay
Pero una señora
No cuenta esas cosas
Pues una es decente
Y sería contraproducente
No haga caso
Pues yo estoy
Curado de espanto
Confío en Vd.
Pase conmigo
Siéntese en el sofá
Y yo a su lado
Se lo voy a contar
Esta mañana
Me desperté
Muy caliente
Sabe Vd.?
Pues he soñado
Con un caballero
Que vive aquí al lado
Los dos de paseo
Por el parque nuevo
Yo iba desnuda
Y el, muy galante
Se ofreció a taparme
Pero vi el bulto
De su pantalón
Y mi coñito tembló
De tanta emoción
Y le dije no
No me tape
Vamos a mi casa
Y sea galante
Allí nos fuimos
Y a este sofá
Fuimos a parar
No le cuento
Lo que ocurrió
Porque ya se lo imagina
No?

CONFIADA

Así va bien
Me quito las bragas?
Claro bombón
Quiero sentir
Esa piel tan dulce
Que me embriaga
Ay cuñado
Que me tienes en ascuas
Quieres decir
Que darme palmadas
Hará que me corra
Sin tocarme nada?
Seguro cuñada
Y después te juro
Que comeré tú coño
Hasta quedar saciada
Ay cuñado si
Que el tonto de tu hermano
De comérmelo, nada
Él sí que quiere
Que se la mame
Pero a mí
Nada de nada
Si haces lo que dices
Me tendrás dispuesta
A cualquier guarrada
Muy bien cuñada
Ya verás
Como todo es verdad
Y la próxima vez
Por el culo te daré

CUÑADOS

Qué haces cuñada
Vas vestida como una fulana
Voy a buscar lío
Pues a dos velas me tiene
tu hermano, mi marido
Y tengo muchas ganas
Y porqué te vas
Si me tienes aquí
Yo puedo darte
Lo que mi hermano
Hacerte no sabe
Y quien me asegura
Qué no vas de farol
Ricura?
Te apuesto una cosa
Si las cosas que te haga
no te saben a nada
Clávame una aguja
En la punta del haba
Pero por contra
Te azotaré las tetas
Por cada vez que te corras
Me parece bien
Me has convencido
Vamos a la cama
Que mi coño tiene ganas
Y por si surge la ocasión
Busca un buen cinturón

CUÑADAS

Se lo decimos cuñada?
Pues claro
Qué se ha creido
Y si se ofende?
Pues que aprenda
Se lo dirá a tu marido
Que folla peor que su hermano?
No creo
Haría el ridiculo
No hemos tenido suerte cuñada
Nos han tocado dos mingurrios
Y si nos lo montamos nosotras?
Vale
Pero no te depiles
Me gustan los felpudos
Si es eso lo que quieres
Hasta los sobacos me dejo peludos
Pero tú harás una cosa
Lo que tú quieras, preciosa
Dejarás que te azote el culo
Cuñada, me hará mucha ilusión
Que me des ese gusto
Pero no te olvides de mis pechos
Hay que castigarlos
Son muy suyos
Eres mi sumisa cuñada mia
Soy tuya…
Hasta lo más profundo

FIESTA DE PIJAMAS

Yo pensaba algo distinto
De una fiesta de pijamas
Que no pasaría de ser
Como una tarde de cartas
Sabes querida cuñada
Que somos demasiado bordes
Y nos va mucho la marcha
Nuestros maridos no saben
De lo que somos capaces
Juntitas las dos hermanas
Solemos buscar un tío
Para que nos folle a ambas
Pero sabemos que gustas
De tontear con lesbianas
Queremos contar contigo
Para que nos des alfalfa
Vete pues ya desnudando
Verteremos esta jarra
De Reserva de Familia
Juvé i Camps, entre tus mamas
Lo recogeremos todo
Ni una gota será vana
Tu coño será testigo
De esa promesa tan guarra

EXTRAÑOS EN EL TREN

5541f924-24d1-4be4-b994-d4a14cb475f9Dos personas, un hombre de edad más que madura y una joven universitaria se encuentran —sin buscarlo— todos los días en el mismo vagón de metro. Esta feliz coincidencia se rompe un día…

 

EXTRAÑOS EN EL TREN

Como todos los días Gabriel tomaba el metro para ir a su negocio. Aunque tenía coche le resultaba más cómodo ya que la galería de arte se encontraba en el centro de la ciudad junto a la parada. Era un hombre puntual aunque no excesivamente metódico, pero cualquiera que fuera el vagón en que subiera, siempre se encontraba con la misma mujer. Se sentaba frente a ella y cuando sus miradas coincidían se sonreían sin mediar palabra.

Elisa tenía que hacer un largo trecho desde su casa hasta la universidad, lo que la obligaba a tomar el suburbano muy temprano si quería aprovechar la jornada. Para ella había dejado de ser una sorpresa encontrarse a aquel hombre cada día. ¿suerte? ¿casualidad? El caso es que cualquiera que fuera la puerta del convoy en que entrara, en la parada siguiente a la suya siempre aparecía, y siempre había un asiento libre frente a ella que naturalmente él ocupaba.

Para Gabriel, sobretodo al principio, era como una feliz coincidencia, una costumbre más, pero pasado el tiempo llegó a convertirse en algo casi primordial. Llegó el momento en que la llegó a desear con todas sus fuerzas.

Elisa lo tomaba como una especie de ritual diario que con el tiempo fue tan importante que verlo entrar la llenaba de gozo. Él era mayor, mucho mayor que ella. Le recordaba a su padre, ese hombre tan guapo, tan sereno, tan apuesto, que todas las noches la arrullaba antes de dormir, y que la carretera le quitó cuando ella solo tenía 15 años.

Era mucho más joven que él. Podría ser su hija, esa hija que le arrebató su mujer cuando se separaron, esa hija que tanto he echado de menos y que nunca ha vuelto a ver, que nunca ha vuelto a disfrutar . No era muy alta ni muy voluptuosa pero sí guapa. Parecía estudiante, y al contrario que la mayoría de las jóvenes de su edad vestía de forma sencilla y nada provocativa. ¿cuantas veces quiso presentarse ? ¿cuantas ocasiones hubo para intercambiar algo más que esas sonrisas?

Muchas veces estuvo a punto de hablarle, sobretodo cuando sus miradas se cruzaban, pero nunca lo hizo. Le sonreía y él hacía lo mismo, pero eso era todo. Ningún hombre, ni siquiera su añorado padre, exhibía una sonrisa tan cautivadora.

Una noche de domingo Gabriel acababa de despedir a la atractiva mujer que infructuosamente había intentado proporcionarle placer de pago. Se duchó y mientras el agua caía sobre su cuerpo se puso a pensar en la chica del tren que vería solo unas horas más tarde. Sintió una erección inmediata. Con su cuerpo todavía húmedo se tumbó en el lecho. Su mano acariciaba su miembro inflamado pero en su imaginación esa mano se deslizaba por un terso vientre adolescente hasta la incipiente floresta púbica. El orgasmo que tanto se le había negado horas antes explotó con virulencia. A partir de esa noche Gabriel se masturbaba pensando en esa desconocida que podría ser su hija. Ya había pasado de los 60 pero el deseo se le disparaba al recordarla cuando se metía en el lecho. Tras el orgasmo se dormía apaciblemente pensando que volvería a verla a la mañana siguiente.

Elisa no dormía bien últimamente. Una de esas noches de insomnio pensaba en esos extraños encuentros con ese hombre que podía ser su padre, y que veía de lunes a viernes. Imaginó unos dedos delicados rozando sus apenas estrenados pechos, jugueteando con sus pezoncitos, y ella, casi gimiendo, henchida de un placer desconocido, esperaba a gritos que la cubrieran entera. Deslizó su mano por debajo del elástico de su pantaloncito del pijama. Cuando sus dedos llegaron a su destino su vagina ya lloraba. Esa noche la recordaría como la que supo que era multiorgásmica.

A pesar de que los dedicaba a ordenar y clasificar su amplia biblioteca, su hobby favorito, y a permitirse pagar favores sexuales de alto standing, a Gabriel dejaron de gustarle los fines de semana. Siguió con su afición literaria pero desestimó los amores de alquiler, sustituidos con creces por masturbarse pensando en esa joven que tanto deseaba.

Los viernes por la noche Elisa transformaba su aspecto. La falda se acortaba, el escote se agrandaba y se maquillaba para recibir a su hombre. Cuando unas horas más tarde hacían el amor, fantaseaba con que era el hombre del tren, que podría ser su padre, el que la acariciaba, la besaba y exploraba sus recónditos lugares. Sin embargo el sexo compartido no excluyó nunca su onanismo nocturno dedicado al hombre con que se citaba involuntariamente de lunes a viernes.

Un día no la encontró. Para Gabriel fue una decepción pero no le preocupó demasiado. Era mucha casualidad que el encuentro no fallara alguna vez; lo raro es que no hubiera ocurrido. Pero el día siguiente tampoco estuvo; ni al otro, ni al siguiente. Cuando pasó una semana Gabriel se hizo el ánimo que probablemente no volvería a verla. La edad le había enseñado a ser estoico y aunque lo sintió, retomó su vida anterior sin demasiados costes. Los amores con la VISA volvieron a deleitarle las tardes de domingo tras un arduo trabajo con las fichas y ex – libris, y sus pensamientos nocturnos fueron olvidando a aquella chica que podía ser su hija.

Pasados unos meses ella apareció de nuevo. Ese día Gabriel, hombre profundamente cartesiano, pensó que quizás la misma casualidad que había propiciado durante tanto tiempo que hubieran coincidido, después no lo habría hecho, y de nuevo el azar la había traído al mismo vagón y a la misma hora. No le dio más importancia; cuando sus miradas se encontraron le devolvió la sonrisa más protocolariamente que antaño, bajó en su parada y se fue a trabajar.

Era la primera vez que tomaba el metro desde hacia muchas semanas, meses quizás, no estaba segura. Lo hizo con emoción. ¿todavía lo encontraría allí? la recordaría sin duda pero… ¿acertaría con la hora? ¿en qué vagón entraría? La agitación que sentía casi la hace caer al entrar. El tiempo hasta la siguiente parada se le hizo eterno. Cuando lo vio aparecer le dio un vuelco el corazón, pero pudo reprimirse. Durante los 20 minutos que duró el trayecto sus miradas se cruzaron solo una vez, y su sonrisa fue más fría que de costumbre. ¿le reprocharía su ausencia? quién sabe, ¿y si no la perdonaba jamás? Nunca había deseado tanto a ese hombre que podría ser su padre.

Al siguiente día ella estaba allí de nuevo; Gabriel se regocijó pero no quiso echar las campanas al vuelo. Cuando se sentó frente a ella hubo una novedad: la chica que podría ser su hija no esperó a que sus miradas se cruzaran para sonreírle abiertamente . Fue un gesto novedoso, pero, ¿como habría que tomarlo? ¿ qué posibilidades escondía? Gabriel optó por devolverle la mejor de sus sonrisas y sentó frente a ella como era lo habitual. Esa noche, sus sueños de nuevo le llevaron a acariciar tierna piel adolescente.

El orgasmo había sido tan violento que casi se cae de la cama. Nunca como hasta esa noche los recuerdos y los sueños se habían entremezclado de forma tan turbulenta mientras sus dedos se perdían en la encharcada entrepierna. Elisa se había sentido tan feliz esa mañana cuando comprendió que el hombre la había perdonado que estuvo a punto de sentarse junto a él, pero se reprimió. Al acostarse intentó recordar cuántas veces que se había sentido excitada durante el día. Al evocar la tercera, ya sus manos recorrían su cuerpo desnudo y su respiración se había transformado en puro jadeo.

Como el encuentro se repetía ya día tras día, desde hacía ya varias semanas, a Gabriel comenzó a picarle la curiosidad. No quería esperar a que de nuevo el azar, o vete tú a saber qué, volviera a disolver su renacida ilusión. Cada noche de nuevo afloraban en su ajado cuerpo pasiones ya olvidadas, pasiones enterradas a cal y canto, pasiones que una muchacha que podría ser su hija había despertado, y que, escondidas desde hacía años, brotaban con fuerza a pesar de que ni su aspecto ni su edad coincidían con quien las desencadenó. No quería arriesgarse a perderla de nuevo. Además su encantadora sonrisa le recibía ya cada día. Era el momento de hablar, de saber.

Esa mañana Elisa tuvo la premonición de que algo iba a suceder, y la tuvo desde que despertó con el cuerpo bañado en sudor y las sabanas húmedas del manar de su cavidad más íntima. Un salto atrás de nueve años la había transportado en sueños a placeres reprimidos pero nunca olvidados. Nunca como hasta esta noche pasada había sentido tanto la influencia en su vida de ese desconocido del tren que sucesos tan secretamente guardados evocaba. Sentada y nerviosa lo vio entrar en el vagón, y en lugar de sentarse frente a ella lo hizo a su lado. A Elisa le dio un vuelco el corazón.

– hola- dijo Gabriel.

– hola- respondió ella.

– ¿me permite la impertinencia de hacerle una pregunta Sta.?

– hágala por favor

-Vd. y yo hemos coincidido en este trayecto mucho tiempo. Supongo que ha sido consciente verdad ?

Elisa no pudo contener una sonrisa demasiado delatora. La conversación empezaba de la manera que había imaginado muchas veces.

– sí, en efecto.

– Hace exactamente dos meses y dieciocho días, Vd. dejó de tomar este vagón. ¿sería tan amable de satisfacer a este viejo curioso diciéndole el porqué?

Podría interpretarse que ella fue sucinta en su respuesta pero no se le ocurrió otra cosa que decir:

– me casé.

– ah… se casó.

– sí, lo hice – respondió con otra sonrisa más reveladora que la anterior, pero ese hombre que podría ser su padre respondió con otra que tuvo el efecto de mojar literalmente sus bragas.

– En ese caso qué prefiere, ¿que le dé la enhorabuena o, como hago con mis amigos, que le diga que sea para bien?

– Ni una cosa ni la otra- respondió ella- me he separado.

Gabriel silbó.

– ah… se ha separado. Los jóvenes de ahora van muy rápidos. Yo tardé veinte años en hacerlo.

– eso es mucho tiempo – dijo ella.

– O muy corto –respondió él.

Esa respuesta tan enigmática la desconcertó un poco, pero Gabriel volvió a la carga.

y… ¿su estado civil impedía que siguiera con sus obligaciones, o simplemente cambió de medio de trasporte?

-lo impedía.

– perdone que se lo diga joven pero es Vd. bastante lacónica en sus respuestas. Si le molesta…

Ella no le dejó seguir. – No por favor, es que soy así: muy resumida- hizo una pausa.

– había muchas cosas de mi vida que mi matrimonio cortaba. Mi marido es ingeniero y trabaja en Madrid. Cuando me casé me trasladé allí. Tuve que dejar familia, amigos, mi tesis… y otras cosas.

– como el metro, dijo él.

– como el metro, contestó ella.

Ambos rieron. Con este tono distendido, Elisa se confesó:

– voy hacerle una confidencia ¿sabe porqué me fijé en Vd. entre tanta gente?

– espero su contestación con verdadera ansiedad.

– me recuerda Vd. a mi padre.

– es a lo máximo que podía aspirar dada mi edad. nunca podría pretender ser un sex-symbol- dijo Gabriel sonriendo.

-no sea tonto, Vd. está muy bien, y lo sabe.

– para mi edad, je je.

– es Vd. imposible, me rindo.

– sí, lo soy, en eso tiene razón. Me ha hablado de su padre.

– murió, un accidente de coche.

– vaya, debí suponerlo, lo siento. Debe Vd. echarlo de menos.

Por primera vez la cara de Elisa se ensombreció – ni se lo imagina. Hace ya 9 años. Yo tenía entonces 15. lo recuerdo cada día.

Ahora fue Gabriel quien asomó un rictus de tristeza – yo también perdí una hija hace 9 años.

– vaya, que coincidencia. ¿qué edad tenía?

– Cuando se fue 15, como Vd. Vive con su madre en Basilea, Suiza.

– qué palo. ¿ y no la ha vuelto a ver desde entonces?

– no. Lo intenté pero fue imposible. Hoy cumple 24 años. Está noche la llamaré para felicitarla, pero a veces no me coge el teléfono.

Elisa se sorprendió.

– ¿sabe que hoy también es mi cumpleaños?

– no me diga.

– sí, 20 de marzo. Vaya coincidencias tiene la vida. ¿y como se llama su hija?

– Elisa, se llama Elisa.

La turbación de ella fue tan intensa y evidente que Gabriel se asustó.

– ¿se encuentra bien?

Elisa recuperó en parte la compostura – sí sí , estoy bien. Perdone, ¿como se llama Vd.?

– Gabriel. Pero mis amigos me llaman Gabo. ¿porqué me lo pregunta con esa expresión?

Elisa no le contestó. Volvió a preguntar – ¿cree Vd. en el destino?

Gabriel, visiblemente inquieto le contestó con cierta reserva – no, desde luego que no. ¿a donde quiere llegar?

– pues empiece a creer en él: me llamo igual que su hija, nací el mismo día… y Vd. se llama como mi padre. ¿a que yo le recuerdo a su hija?

– es obvio pero…

Elisa no le dio tregua: -¿a que adivino su edad y fecha de nacimiento?

Gabriel se revolvió en el incómodo asiento. Todo aquello realmente le resultaba algo extraño, pero él era un ser racional y no tenía sentido seguir con ese clima algo tenso, así que disipó el ambiente con su mejor sonrisa.

– vale pero… si acierta ¿podré hacerle una pregunta muy personal?

– ¿y si no acierto?

– admitirá que nuestro encuentro se debe pura y exclusivamente al azar.

– acepto… Vd. es Leo, y el próximo 5 de agosto cumplirá 63 años.

Gabriel tuvo que hacer acopio de toda su experiencia de jugador de póker para no mostrar su asombro. ¿esperaba ese acierto pleno? No, pero no lo descartaba. La vida y la lectura le habían enseñado que siempre hay que dejar un hueco a lo irracional. Quizás por haber dejado esa puerta abierta su pregunta iba ser muy directa.

– soy Leo, y cumpliré 63 el 5 de agosto.

Hubo unos segundos de silencio. Elisa los rompió – ¿no me iba a hacer una pregunta?

– ¿sentía Vd. por su padre lo mismo que él por Elisa?

– creo que ya sabe la respuesta ¿verdad?

– sí… y no hace falta que Vd. me lo pregunte a mí.

Solo faltaba una parada. Elisa preguntó:

– ¿y ahora qué hacemos?

– ¿puedo invitarla a cenar esta noche?

– ya no tengo cuerpo de adolescente.

– lo sé, y quizás yo no sepa hacer lo que le hacía su padre.

Elisa sonrió – lo pensaré- dijo.

El tren llegó a la estación donde Gabriel se apeaba. Se levantó y le dedicó una sonrisa.

– ya me lo dirá.

– Gabriel…

– sí…

– me separé por culpa del metro.

– ah..

Le sonrió sabiendo que mañana volvería a verla… y salió del vagón.

Zoe y su papá I

Zoe nos cuenta retazos de sus vivencias desde niña:
Mi nombre es Zoe. Vivo con mi padre en una preciosa casita de piedra y madera a las mismas orillas del Bodensee, también conocido como lago Constanza. No puede decirse que yo sea mala chica, no. Bueno, un poquito si, la verdad. Tengo mis líos, como todas. No soy demasiado promiscua, sobretodo con chicos. Suelen ser unos pelmas y bastante burros cuando lo hacemos. Qué tontería, quiero decir cuando follamos. Mis devaneos relacionados indirectamente con el sexo empezaron muy temprano, con chicas, lo normal cuando no se ponen trabas morales a lo que una siente. Lita, mi amiga y vecina y yo, descubrimos unos cómics de papá en el estudio donde chicas desnudas se hacían mil cosas apetecibles entre ellas. Lita y yo las imitamos y he de decir que con nula eficacia porque nuestros cuerpos como no podía ser de otra manera daban respuesta cero. Era un juego, uno más como jugar a médicos o pagar ciertas prendas en el trivial. También veíamos hacer cosas entre chicos y chicas, pero carecíamos del instrumento necesario para imitarlos.

Aquí hago un paréntesis para hablar de mi padre. Físico eminente, catedrático de la Universidad de Constanza donde yo estoy cursando segundo curso de Biológicas. Enviudó muy joven, cuando yo todavia no había cumplido los tres años, y desde entonces vivimos solos él y yo. A pesar de ser un hombre muy atractivo e inteligente no volvió a casarse. Novias… algunas, pero ninguna le duraba más de un par de semanas. Contra lo que pueda pensarse, yo le animaba a continuar e incluso casarse. Mi padre tenía muy buen gusto y todas me parecían estupendas, pero siempre me decía: ¿echas en falta una madre? Y yo, claro, le decía que no. ¿Estamos bien juntos? Y yo le decía que sí con todo mi corazón. Nuestra confianza era total. Menos el cepillo de dientes, la ropa interior y acostarnos en la misma cama lo compartíamos todo, incluido baño y estudio. No teníamos secretos. Recuerdo muy bien la primera vez que Lita y yo nos besamos en la boca. Fue poco antes de descubrir los cómics de papá. Las dos éramos muy curiosas y ver hacerlo en tantas películas nos animó a probar. Se lo dije a mi padre sin vergüenza alguna, y lejos de objetarlo no lo desautorizó, al menos explícitamente, aunque me recomendó esperar a ser más mayor para obtener verdadero placer de los besos. Debió darse cuenta de que el sexo pronto empezaría a formar parte de mi vida, y como siempre me hablaba de tu a tu, a partir de ese día comenzamos a tener largas conversaciones sobre el tema, contestando a todas mis preguntas, dándome información y formándome para enfrentarme a esa importante faceta de la vida. Así pues, cuando le conté mis caricias con Lita, papá, de forma especialmente simple y educativa, me aleccionó sobre la anatomía femenina, con la consabida recomendación de que nuestros cuerpos todavia no habían alcanzado el suficiente nivel de madurez para sacar verdadero partido a tales caricias, a las que abiertamente consideraba como juegos, nunca como algo sucio y pecaminoso. Mi padre, además de atento y cariñoso conmigo, era muy observador y se tomaba muy en serio mi educación personal y social. Cuando Lita y yo empezamos a abrirnos a otra gente del barrio, incluyendo muchachos, me reservó una sorpresa. Nuestras charlas tenían lugar después de cenar. No solíamos ver la televisión y nos sentábamos frente al fuego a charlar o a leer, nuestra afición favorita. Un día mi padre me sorprendió al encender el televisor antes de que nos acomodáramos en el sofá. La chimenea estaba como siempre encendida aunque la tarde había sido calurosa. Papá puso un USB en el lateral de la tele y conectó el dispositivo.

— Zoe, vamos a ver una película pornográfica. Quiero que veas como se practica sexo entre adultos.

La película me causó una gran impresión. Una cosa era contarnos cómo funcionaban las cosas entre un hombre y una mujer o entre hombres o mujeres, y otra ver esos cuerpos sudorosos gimiendo o jadeando mientras órganos gigantescos penetraban en la vagina o el ano de ellas o de ellos. Cuando terminó di un suspiro.

— uff.

— qué, ¿te ha gustado?

— no sé qué decirte papá. ¿Como es posible que los penes de los chicos alcancen ese tamaño? ¿El tuyo también puede ser tan grande?

Mi padre soltó una carcajada y me acarició el cabello.

— bueno Zoe, esos hombres son estrellas especialmente dotadas para estos menesteres. Yo tengo un tamaño… bueno, normal cuando se me estimula. No tan grande, pero casi.

— ¿quieres decir que si te lo chupan como lo hacen ellas te crecería tanto?

— desde luego Zoe.

— ¿y el de Dani o Mikel… también crecería?

En este punto mi padre adoptó una actitud más seria.

— mira Zoe, precisamente por tu curiosidad innata y por la forma en que te he educado he querido que veas esta película. Por experiencia sé que más pronto que tarde quizás tengas relaciones sexuales con chicos. Ya hemos hablado muchas veces de cómo estas relaciones pueden tener efectos inesperados y poco convenientes al no tomar precauciones en el coito. Todavia eres muy joven para que corras peligro de quedarte embarazada. En el peor de los casos pasarán tres años o más, pero quiero que tal como has sido hasta ahora te sinceres conmigo cuando tengas relaciones sexuales con chicos. De acuerdo?

— sí papá, claro que sí.

— OK Zoe. Ah… y sí. A Dani y a Mikel también les crece el pene si lo estimulas.

— claro. Oye papá…

— dime hija.

— esos penes que salen en la película. ¿Caben así de fácil en chicas normales?

De nuevo papá exhibió esa sonrisa que lo hacía tan atractivo.

— cuando excitas adecuadamente a la chica sí. Por el ano es más complicado pero si está bien lubricado también.

Dudé en este punto de la conversación, pero ya estaba hecho. Tenía demasiada confianza en él como para echarme atrás en lo que quería decir.

— papá… si me excitaras adecuadamente… ¿también me cabría a mí?

Me miro con esa sonrisa de compañerismo que usaba en nuestras charlas.

— Zoe, la mujer no alcanza su madurez sexual hasta después de tener el periodo. No obstante en ciertas culturas las chicas tienen relaciones antes que la regla, pero no es bueno ni conveniente. El cuerpo no suele estar preparado todavia para practicar la penetración vaginal o anal.

— eso quiere decir si o no?

Por un momento vi que dudaba, pero se impuso mi papá sincero de siempre.

— eso quiere decir que en tu caso no lo sé, pero probablemente no. Bueno Zoe, es muy tarde y mañana hay cole. A la cama.

Había cortado algo precipitadamente la charla pero no podía reprochárselo. Cuando estábamos desnudos en el baño lavándonos los dientes (ambos dormíamos sin pijama) le vi un tanto nervioso. Quizás no se esperaba que mis preguntas tuvieran tanta franqueza, pero ya me conocía y sabía de mi curiosidad innata. Veía su miembro viril y no sé porqué me pareció más hinchado de lo normal.

Mi padre fue realmente oportuno con esta charla porque tuve mi primera relación heterosexual en menos de un mes. Como ya he contado, Lita y yo formábamos parte de una pandillita de chicos y chicas. Habían terminado las clases y el grupito aumentó. Yo pasaba mucho tiempo fuera de casa como es natural. Mi padre,. estaba preparando la cena cuando llegué. Me cambié, puse la mesa y cenamos.

— qué tal el día?

— muy bien. Hoy ha venido el primo de Dani. Es de Hamburgo. Tiene 15 años y se llama Törguensen, fíjate qué nombre, pero todos le llaman Tor. ¿Y sabes? Creo que le gusto.

— vaya me alegro.

— y no lo entiendo papá, porque parezco mucho más pequeña de lo que soy. A Lita ya le están saliendo los pelitos.

— Zoe, cualquiera que trate contigo sabe lo que vales.

Me acerqué y le di un beso cariñoso en los labios, como siempre hemos hecho.

— gracias papá; mañana domingo vamos de excursión hacia Lindau.

— ¿toda la pandilla?

— no papá. Él y yo solos. No me esperes a comer.

— ah, vale.

Nunca ha dejado de sorprenderme mi padre con su capacidad de adelantarse a los acontecimientos. Cuando Tor llamó a la puerta reclamándome, al salir yo mi padre me dijo al oído:

— hazlo sin prisas.

Y seguí su consejo. Fuimos en bici al refugio de pescadores, casi en la frontera con Austria. Tor y yo pasamos el día navegando y paseando. Comimos nuestros picnic en el mismo embarcadero y de repente se montó una tormenta de mil pares de narices. Entramos dentro. Estábamos solos. Y…

— Zoe, has besado a algún chico?

— chico no.

— te gustaría besarme?

— sí.

Se acercó a mi, se agachó y me besó en la boca con los labios entreabiertos. Nuestras lenguas se rozaron y enroscaron violentamente. Recordé el consejo de papá.

— no tengas prisa Tor— dije.

El encuentro se enlenteció. Puse mi muslo entre los suyos y comprobé que su pene se había puesto duro y grande. El tenía su mano agarrando mi culo y apretándomelo. Yo la cogí y la aparté, separándome de él. Me arrodillé y bajé el elástico de su bañador…

— ¿como te ha ido?— Preguntó papá, cuando nos sentamos frente a la chimenea después de la cena.

— una decepción, la verdad. Esperaba otra cosa.

— ya. Has sangrado?

— casi nada. Apenas me he enterado.

Estuvimos hasta casi la una hablando del tema. Eso quitó toda trascendencia a ese acto tan sobrevalorado.

Pasaron los años y llegamos a Julio. Se aproximaban las dos fechas más importantes para nosotros: el cumple de papá, que coincidía con el aniversario de la muerte de mi madre, y el mío, dos dias después. Mi padre ya tenía vacaciones, como yo, y los celebramos como siempre hacemos: una visita a mamá llevándole flores, y a comer a nuestro restaurante italiano favorito, donde papá desvelaba la excursión que tenía preparada para salir al día siguiente. El año pasado habíamos recalado en Roma y me había regalado un iPhone. A ver qué inventaba este año.

Delante de una pizza cuatro quesos y un rissoto se desveló el misterio.

— Zoe, vas a cumplir trece años.

Puse cara torcida.

— sí papá, pero parece que tenga nueve o menos. Mírame, lisa como una tabla y cuatro pelos, como un bebé. Solo tengo culo y barriga. Y Lita con dos hermosas tetas y peluda como una mona. Estoy desesperada.

Papá no pudo menos que reírse. Tomó mi mano.

— Zoe, estás fenomenal. ¿Qué te he dicho siempre?

— sin prisas, ya lo sé. Pero un poquito de pecho no me vendría nada mal, ¿no crees? ¿Oye, y donde vamos este año?

— mañana tenemos que madrugar. Tenemos un vuelo hasta Valencia.

— ¿Valencia? ¿España?

— sí. Allí nos espera un taxi que nos llevará a Serra Natura, un camping nudista perdido en las montañas.

Me levanté y le di un abrazo.

— me encanta papá. Todo el día desnudos. Que guay.

Me enseñó en su iPad las instalaciones del sitio, increíblemente bonito, y la preciosa cabaña donde nos alojaríamos, una pocholada de nombre Gea. Yo estaba realmente contenta con la elección.

— lo malo Zoe es que solo hay una cama. Estaban agotadas las estancias mayores.

— Pues a mí me entusiasma la idea de compartirla contigo papá.

No respondió, pero los ojos de mi padre lo delataron: estaba contento.

Al día siguiente ya bien entrada la tarde el taxi todoterreno nos dejaba en la recepción del Camping, un conjunto de piedra y tierra moldeada de formas naturalistas repleta de vegetación autóctona. Pinos, encinas y arbustos aromáticos, al más puro estilo mediterráneo. Un paraíso para los sentidos.

Aposentados en nuestra coqueta cabaña, más parecida a una cueva primorosamente decorada, nos dirigimos sin más ropa que unas chanclas a la piscina, a aprovechar los estertores del crepúsculo de una maravillosa y cálida tarde de verano. Allí, entre un reducido grupo de nudistas de toda edad y género, sentimos la agradable sensación de desnudez, un sentimiento que me alteraba el cuerpo y el espíritu. Mi padre, con su proverbial sentir el devenir de los acontecimientos, me confesó lo que yo también empezaba a vislumbrar:

— Zoe… vamos a disfrutar mucho de esto.

— sí papá… lo sé.

No teníamos hambre pero la campana anunciaba la hora de la cena. Nos sentamos envueltos en nuestras toallas en una mesa comunitaria, donde afortunadamente no había compatriotas. Nos servimos unas suculentas ensaladas en un ambiente alegre y festivo. Mi padre hizo algo por primera vez en su vida: servirme una copa de vino. Levantó su copa.

— por nosotros.

— por nosotros— respondí.

Volvimos a la piscina. La agradable temperatura invitaba al baño nocturno. Nos metimos por la rampa entre la cascada de agua cogidos de la mano. Dimos unos largos y nos apoyamos en el borde. Luces indirectas le daban al ambiente un agradable bienestar.

Estábamos juntos, uno frente al otro, con el agua hasta el cuello. Mi padre haciendo pie, yo apoyada en su brazo y en el borde.

— Zoe, ¿sabes que a los 13 años se permiten legalmente las relaciones sexuales con un adulto siempre que sean consentidas?

— sí papá, lo sé.

No se como sucedió, pero mi sangre empezó a arder. Me sentía inmensamente feliz. Me acerqué a él. No tenía intención alguna de provocarle. Era solo una niña, su hija. Quería manifestarle lo bien que me encontraba dándole un beso en sus labios, sin malicia, como habíamos hecho toda la vida, y al hacerlo rocé sus muslos y me lo encontré. Su pene estaba muy erguido y duro. Le di el beso pensando que tenía la erección por una chica de grandes y tiesos pechos y figura envidiable que pasaba delante de sus ojos, ya en retirada. ¿Como iba a pensar que yo podía ser objeto de su deseo?

— te quiero papá.

Mi padre recibió el beso con su seductora sonrisa.

— gracias hija.

No sé cuánto tiempo seguimos allí. Aquello se fue vaciando. Solo quedaron las luces del restaurante. Finalmente también se apagaron. Nos quedamos solos.

Yo estaba disfrutando ese precioso momento. Sin embargo mi padre lo rompió.

— Zoe, es tarde. ¿Vamos a la cabaña?

Tenía razón. Yo estaba además de cansada, muy excitada, quiero decir, rebosante de emociones, sentimientos, sensaciones, mi padre, el lugar, la cálida noche, el cielo estrellado sin luna, el horizonte aun con tenue luz, el agua tibia.

Salimos, nos tiramos las toallas por encima, nos dimos el brazo, y recorrimos alegres y felices los cien metros entre pinos, olivos y encinas hasta nuestra Gea.

Aun pasamos casi media hora sentados a oscuras en dos sillas de la terraza a la sola luz del espectacular firmamento libre de contaminación lumínica. En silencio. Las manos entrelazadas. Padre e hija. Disfrutando de nuestra presencia. Finalmente entramos al interior.

El cuartito de baño no era como el de nuestra villa. Muy coqueto pero pequeño. Papá y yo nos rozábamos constantemente mientras nos limpiábamos los dientes. Nos comportábamos de forma totalmente natural como siempre.

¿Como siempre?

Si lo pienso, no es así. A partir de nuestra llegada… el brindis… esa noche en la piscina… su desnudez y la mía adquirieron una nueva dimensión. Cada palabra, cada contacto, carne sobre carne, piel con piel, era… sobredimensionada, amplificada…

Algo estaba pasando, o…

Iba a pasar.

— ¿en qué lado quieres dormir Zoe?

Fui muy sincera.

— en el que te pueda abrazar papá.

Él sabía que yo dormía siempre en posición fetal apoyada en mi costado del corazón, así que sin mediar palabra me besó (en los labios, como siempre, repito), se acomodó las dos almohadas en el lado izquierdo de la cama, y se puso a leer. Yo me acosté y le puse mi brazo derecho sobre su vientre. Fue cerrar los ojos y quedarme roque.

Me mediodespertó la tenue luz del alba que irrumpía por la abierta ventana. Yo estaba pegada a papá, cubiertos ambos por la sábana. Él dormía profundamente, con su habitual postura boca arriba. Con su brazo derecho me abrazaba; pero lo que me despertó del todo fue su miembro en erección, que yo tenía agarrado con mi mano. Una agradable sensación de bienestar me inundó, sin atisbo alguno de deseo sexual. No quise mover mi mano. No se qué hubiera ocurrido de hacerlo, ni ganas de saberlo. Me acurruqué aun más, besando su pecho. Sentí su calor y olor cerca, muy cerca. Y volví a dormirme feliz.

El ruido de la ducha me despertó. En lugar de racanear como es habitual en mí, salté de la cama, y me metí dentro de la ducha con papá, y me abracé a él. Era la primera vez que compartíamos la ducha. Sorprendido, pero no molesto me dijo.

buenos dias Zoe.

Me apreté más si cabe y contesté.

— buenos dias papá… te quiero.

Y nos dimos el consabido beso en la boca. Después papá me dio la vuelta.

— levanta los brazos.

Sus manos repletas de gel me masajearon las axilas y los costados, la espalda, los glúteos, los muslos, el cuello… y pasaron a los pechos, el vientre, otra vez los muslos… las ingles, el pubis, el sexo…

Creí morir.

— papá…

— ya. Y tu anoche, qué? – dijo riendo.

Contra lo que pueda creerse, no fue nada escabroso, ni intencionadamente sexual. Fue… eso, cariño, camaradería, admiración.

— abre las piernas.

Me extendió el gel a conciencia. Me dejé, claro. Cuando acabo de restregarme tomó el champú y me lavó el cabello. Cuando me enjuagó con agua protesté.

— y yo a ti?

Me envolvió con la toalla y con ella me secó fregando a conciencia mi cabeza y cuerpo.

— mañana. Tengo mucha hambre.

De nuevo, felices y animosos ante el maravilloso día que sin duda nos esperaba, recorrimos el camino hasta las instalaciones junto a la piscina, donde nos aguardaba un espléndido desayuno.

Ya en la piscina disfrutamos del paisaje, del ambiente, del sol… ay, el sol, fuente de todo placer. Mi padre extendió sobre mi cuerpo crema solar, incluyendo mis partes más íntimas que yo ofrecía a la vista. Después yo a él, tomándome cumplida venganza en su piel más ansiada. Tuvo que llamarme silenciosamente la atención porque me recreé más de lo considerado prudente. Creo que fue su gran fuerza de voluntad la que impidió una indiscreta reacción a todas luces normal.

Entre risas finalizó el “presunto” incidente. Nos tumbamos en dos tumbonas, uno al lado del otro, con el sol como catalizador de un proceso que pedía a todas luces serenidad, mucha, quizás demasiada.

Yo observaba todo lo que me rodeaba, sobretodo a las personas, lo más disimuladamente de lo que era capaz: cuerpos desnudos altos, bajos, rubios, maduros, ora paseando, ora descansando, ora retozando… todos con una naturalidad pasmosa. Yo veía a papá a mi lado: hermoso, tranquilo, sonriente… me devolvió la mirada y me guiñó el ojo. Yo supe que era feliz. Y en ese preciso instante me pareció el hombre más sexy y deseable — sí, deseable— de todo el mundo.

Sin embargo una sombra nublaba un poco mi felicidad. Me veía a mi misma y me comparaba con una pandillita de adolescentes sin duda más jóvenes que yo, exhibiendo unos cuerpos de impresión, unas mujeres en su casi total formación. Yo, en cambio, era una niña, todavia muy lejos de lo que podía esperarse de mis trece años.

— Zoe, cada persona lleva su tempo. No desperdicies estos momentos con algo que no tiene importancia alguna.

Mi padre, como siempre, observador y atento.

— papá, no puedo evitarlo. Tengo tantas ganas de ser mujer…

— no Zoe, eso no. Eres una mujer, con cuerpo de niña, pero una mujer. Ya darían esas que crees envidiar por ser como tú.

Le hice caso y aparté esos pensamientos que me amargaban un poco el bienestar que sentía. Me relajé y mi padre debió notarlo porque me agarró de la mano.

El calor empezó a hacer mella y me fui a la piscina a aliviarme. Ya dentro se me acercó un chico hablándome en mi idioma. Entablé conversación con él. A los pocos minutos lo dejé y volví con papá. Me senté en la hamaca frente a él.

— has ligado.

— bah, un crío.

— ah, sí? Qué edad tiene?

— 16 dice. Se llama Hugo. Acaban de llegar, de Frankfurt.

Mi padre se reía. Cogí de nuevo la crema para proteger mi piel tan clara. Él se incorporó para extendérmela.

— túmbate Zoe, boca arriba.

De nuevo me dejé hacer. Sus manos sobre mis hombros, cuello, pechos, tripita… y otra vez los muslos, las rodillas. Abrí las piernas invitándolo a repetir. Y lo hizo, pero esta vez más lentamente, más insinuante, más atrevido. Me miraba mientras lo hacía, y sus ojos brillaban, y los míos le contestaban…

Y me excité. Y él también se excitó. Y yo lo supe y él lo supo.

Y así pasó el resto de la mañana, entre sutiles provocaciones por ambos lados, entre felices señales de estar embriagados por nuestra desnudez y deseo, esperando, esperando… a qué?

No sé cómo pudimos aguantar sin volver a la cabaña: comimos, y de nuevo a la piscina… esta vez en una hamaca doble, colgada entre dos grandes pinos que ofrecían una refrescante sombra. Nos echamos encima una disimulada y muy corta frazada de seda, suficientemente tupida para ocultar, y suficientemente grande para tapar cómo nos manoseábamos entre risas y algún gemido.

Allí dormimos la más increíble siesta que imaginarse pueda.

No sé si alguien se dio cuenta de lo que se estaba fraguando. Las sonrisas y camaradería de la cena se volvieron a repetir. Hubo saludos con los papás de Hugo. Sobremesa lo más corta que las circunstancias aconsejaron.

Y de nuevo a la piscina, de nuevo alargando el tiempo para atrasar lo inevitable. De nuevo la retirada de la mayoría del personal hacia sus tiendas, remolques, aposentos. De nuevo se apagaron las luces, el cielo estrellado, la paz, la noche. De nuevo solos papá y yo, frente a frente.

— Zoe, eres preciosa.

Yo estaba temblando. Intuía qué iba a pasar. Había estado toda la tarde pensando que papá solo quería animarme. Ahora no. Estaba segura. Nuestra relación no era romántica, no era tampoco de deseo sexual. Era… no sé explicarlo, algo mucho más allá, mucho más profundo.

— de verás papá? De verás?

Me agarró por los hombros y sujetó por las axilas, y confiando en la oscuridad pegó sus labios a los míos en un arranque de pasión que me dejó desconcertada. Perdí la noción del tiempo mientras nuestras bocas jugaban con nuestras lenguas. Me dejaba llevar, inmóvil y sumisa. Hubiera querido coger su pene con mis manos y acariciarlo pero me fue imposible. No tenía fuerzas. Estaba a su merced.

Y solo el sonido de la cascada de agua rompía el silencio e iba a ser testigo.

Me tomó de las caderas y me apoyó espalda contra el borde sin despegar su boca de la mía. Se enderezó, y para continuar el eterno beso me tomó de las nalgas con sus manos, separando mis muslos, e izándome hasta que mi pequeño cuerpo fuera sostenido sobre su miembro. Instintivamente rodeé con mis piernas su vientre, buscando el roce de mi sexo con su agitado pene, ahogada en sensaciones desconocidas para mí.

No tardó en encontrar su camino. Una descarga placentera me decía que su glande rozaba entre mis labios y que su entrada en mi vientre solo dependía de su voluntad. Todas las dudas sobre si era eso posible desaparecieron. Mi vagina estaba más que preparada para él.

Y así sucedió. Mi papá y yo fuimos uno solo, poco a poco, sin resistencia, rozándonos lo que más nos hacía sentir y gozar uno del otro.

Hubiera querido que aquello durara y durara… hasta que el sol naciente nos deslumbrara y nos hiciera volver a la realidad, pero no. Un temblor creciente aprisionó mis rodillas, mis muslos, mis ingles… hasta que estallé en una serie de espasmos y gemidos sin cuento. Tuve mi primer orgasmo.

De no ser porque me tenía sujeta y ensartada, mi flojera inmediata y brutal me hubiera llevado al desvanecimiento cuando el climax cesó, pero una inesperada sacudida me volvió en si. Mis entrañas se inundaron de algo caliente y placentero. El que ahora temblaba era papá, que se corría mientras su esperma ya era mío.

No sé el tiempo que pasamos así, unidos por nuestros sexos, abrazados y felices, mirándonos, riendo y besándonos. Ahora sí que podía decir que lo compartíamos todo.

— vamos a la cabaña— me dijo al oído.

Agarrados del brazo llegamos entre risas a Gea, nuestra cabaña. Me hizo sentar en una de las sillas de la terraza, abrió la puerta, volvió a por mí y me levantó para entrar sobre sus brazos, cerrando la puerta con el talón.

Una agradable penumbra iluminaba la estancia. Papá me depositó amorosamente sobre el lecho. Estábamos todavia mojados pero era igual. Me tomó entre sus manos, acercó mi rostro al suyo y volvió a besarme. Mi lengua y labios de nuevo dejaron hacer. Yo era un juguete en sus fuertes brazos. Dejó mi boca, arrastrando la suya besando mi cuello, que respondí agradecida! buscó mi tripa, que tanto le gustaba, paseándose y recreándose entre mis inexistentes senos. Siempre me había dicho que tenía una barriga preciosa, redonda y ligeramente bombeada. Lamió mi ombligo. Suavemente me dio la vuelta, levantando un poco mi grupa y separando mis piernas. Por un momento pensé que iba a hacérmelo por el ano. Pero no. Iba a hacerlo pero no con su pene. Yo estaba expectante, boca abajo. Estaba sobre mi, pero como, no lo sabía. Su dedo pulgar apareció en escena, hurgando suavemente entre mis labios internos, acariciando mi clítoris, ese lugar mágico, padre y madre de todos los placeres como decía papá. De nuevo el ahogo en mi pecho y el calor entre mis ingles. Y entonces hizo su entrada su lengua, lamiendo entre mis glúteos, buscando mi otra puerta, pidiendo paso hasta abrirla y pasar adentro.

Y fue el diluvio. Un torrente de líquido empapó el dedo que me sometía. Por primera vez además de gemir, jadeé y grité. El placer se paseaba por todo por todo, vagina, ano, vientre… de cintura para abajo era un volcán al ser acariciada y penetrada a la vez. Mi esfinter se dilataba y contraía al paso de esa lengua que me taladraba sin piedad, señalando sin lugar a dudas que mi sexo y mi ano se disputaban la rivalidad en darme goces y placeres sin cuento.

Cuando me asaltó el orgasmo lo hizo sin avisar, brutal e inesperado. Mi cuerpo convulsionado seguía perseguido por lengua y dedo, que no soltaban la presa, ya cuando los estertores cesaban, de nuevo me venía arriba, una y otra vez, y otra, y otra…

Cuando desperté, más que abrazada, hecha un ovillo con papá, él me miraba.

— ¿qué ha sido eso papá, eso es normal?

Me besó en la frente.

— eso Zoe es que eres multiorgásmica.

Y caímos los dos en brazos de Morfeo.

Nos despertamos por los rayos de sol. Nos besamos largamente, esta vez como padre e hija.

— papá… todavia estoy esperando tu regalo.

— Te lo daré antes de volver. Será tu última sorpresa.

— y porqué no ahora?

Por toda respuesta montó sobre mi, sujetándose en sus codos para no aplastar mi cuerpo de niña. Su miembro estaba ya preparado para el placentero y próximo combate, descansando y rozando entre mis muslos y su cabeza ansiosa por acariciar el interior de mi vulva. Contestó con una frase enigmática.

— porque quiero que nos emborrachemos de realidad estas vacaciones.

Y con un apenas perceptible movimiento hizo rozar mi clítoris con su glande. Gemí de nuevo… y no dejé de hacerlo mientras, de nuevo, él me penetraba placenteramente.

Estudiochicasmalas

Bienvenidos al mundo DelDongo, una factoría de fechorías eróticas creadas por un sujeto de cuidado. En este blog se cuentan las andanzas y desventuras del inefable Gabrielle DelDongo, ilustre y reconocido crápula, creador de toda clase de malicias visuales, y también escribidor de obscenidades y truculencias. A través de su obra a partir de la creación y puesta en marcha de las iniciales instalaciones de rodaje, seguiremos la evolución y vicisitudes del estudio y sus personajes, desde que el personaje de DelDongo vio la luz en el año 2005 hasta nuestros días. Realmente, el comienzo de la concupiscente actividad de este sujeto tuvo lugar allá por el año 1997 en que descubrió su faceta de relatista erótico, publicando (bajo pseudónimo) un escandaloso relato-río: Las historias de Llafranch, que, como no podía ser de otra manera, fue censurado y arrojado a los infiernos al poco tiempo por la página en la que se exhibió. Este traspiés, el primero de su libertina carrera, no truncó su actividad como escritor del lado oscuro, que se ha prolongado de una forma u otra hasta nuestros días. Dejamos para un futuro la incorporación de este apartado de cuentista incorporando relatos, tanto propios como de amigas y similares. Tíos abstenerse. En este blog nos centraremos en su faceta más característica: la creación de imágenes, tanto en películas como en cómics. Aviso para navegantes: la historia y la obra de DelDongo no es precisamente un ejemplo para jóvenes generaciones (ni del PP ni de ningún otro organismo, mafia o cofradía). Puede decirse que en su inmensa mayoría, la calificación moral sería aptos para mayores de 30 años acompañados por sus padres. A pesar de la advertencia, casi con total seguridad algunas almas sensibles pueden sentirse tentadas de reclamar la restauración de la Santa Inquisición y quemar al obsceno de DelDongo a fuego lento. Esperemos que no sea así, y perdure el clima tolerante de la época de Zapatero, por desgracia, de capa caída por influencias de la caverna beata y choricera que nos gobierna. Tanto las películas como los cómics las realizó DelDongo con un videojuego de culto, aparecido en el año 2005: The Movies. Gabrielle se doctoró en el juego y estrenó sus primeras obras en el hoy desaparecido: www.themovies-spain.com/ que era el mejor foro del mundo mundial totalmente en español. En un vano intento de reestructuración incorporando savia nueva, se creó el http://www.tmhispano.com.ar, que, a la postre, fue atacado por luchas intestinas que desembocaron en un cisma que se lo llevó por delante. En estos momentos la llama de los amantes y creadores del gran TM se refugia en la pág: www.themoviescinema.com, que está ahí, luchando por su supervivencia. Y nada más, pasen y vean las películas, las fotonovelas, cómics y, en general, toda la obra de este artista, aderezadas con historias, sucesos, y anécdotas varias que lo acompañan en su azarosa vida. Háganlo de abajo a arriba, según obliga la tradición bloguera. En la cabecera actualizaremos las últimas noticias, líos y similares.

Solo tu lo sabes

Relatos eróticos para mujeres y hombres.

Antes y a partir de él...

Un poco de mi... lo que muy pocos saben y lo que casi nadie se imagina!!